20 de julio de 2008

Hay pocas imágenes más tiernas que un bebé tomando la teta de su mamá. Puede verse la complicidad y la unión entre los dos, las pequeñas manitas sobre mamá, las miradas, la madre acariciando al bebé… Se produce un enamoramiento entre ambos difícil de describir, un momento muy especial que sólo comprenden quienes han amamantado, y a mi parecer, una de las experiencias más bonitas de ser madre.

Pero todo esto no es puro sentimentalismo, sino que hay detrás estudios cinetíficos que lo corroboran. En este blog ya os hablaba de un magnífico estudio de la Universidad de Navarra sobre qué sucede en el cerebro de la mujer cuando está embarazada. Durante la gestación la mujer almacena oxitocina, llamada hormona de la confianza y del amor, segregada después del parto para fortalecer el vínculo de apego entre la madre y el recién nacido.

El contacto del lactante con el pecho de su madre desencadena la producción de oxitocina en el cerebro de la mujer, la cual al entrar en el flujo sanguíneo activa las glándulas mamarias y fortalece el vínculo entre el hijo y su madre.

Un reciente estudio internacional realizado en el Centro de Computación Científica y Ciencias de la Computación en Warwick, Reino Unido y publicado en Computational Biology acaba de desvelar cómo sucede el mecanismo biológico encargado de pulsar ese botón que dispara la producción de la hormona del amor cuando el bebé se pone en el pecho.

Según los científicos, la respuesta más probable es que como reacción a la succión del bebé las células comienzan a liberar la hormona de forma sincronizada a partir de las dendritas, así como de los extremos nerviosos. Esto fue algo inesperado porque hasta ahora se creía que las dendritas eran parte de la neurona que recibe y no la que transmite información.

Como veis, la lactancia materna representa, además del factor nutricional, un componente primordial para fortalecer el vínculo afectivo con el bebé.

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