Imaginad qué susto si una mañana, al abrir el armario, uno de esos que sin una marca se sienten desnudos vieran ésto:
El anti-polo.
Creo que para los que tienen el afán de marca tan arraigado, la caida del caballo no va a conllevar una conversión, como le supuso a Pablo de Tarso.
Borjas, no os desaniméis.
Quizá en un futuro se encuentre una cura para lo vuestro.
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