8 de junio de 2008

Una horita corta, mami


“Una horita cortita” es lo que te desearán muchos porque culturalmente y gracias al Génesis (“parirás con dolor”) y a las películas, que sólo han mostrado partos sangrantes y tortuosos, el concepto de parto que está en el inconsciente colectivo es algo tan negativo que se quiere agilizar a toda costa o incluso eliminar (cesáreas programadas injustificadas).

Para los que no se hayan enterado todavía, el parto es parte de la sexualidad humana (no una enfermedad) y como tal exige tiempo, intimidad, seguridad, amor, penumbra, calidez, recogimiento y permitir que funcione la parte primitiva del cerebro, que produce las hormonas encargadas del proceso: oxitocina y opiáceos.

Y estas hormonas, que llevarían a mi madre a un estado de conciencia alterado natural y anestesiante, se inhiben con luces fuertes, presencia de extraños, miedo, angustia, frío, etc. Es decir, los ambientes de quirófano típicos de la mayoría de los hospitales.

Deberíamos nacer en entornos parecidos al lugar en el que fuimos concebidos y no en ambientes más cercanos a la enfermedad que a la salud y vida.
Los países que cumplen las recomendaciones de La OMS en materia de partos tienen bien acondicionados los hospitales y centros de partos en este sentido y sus índices de medicalización (inducciones, episiotomía, forceps, cesáreas, etc.) son mucho más bajas que los que no los cumplen y con mejores cifras también de seguridad.

El parto como dicta nuestra anatomía es slow y se debe respetar su propio ritmo y exigencias: posición vertical siguiendo la ley de la gravedad, libertad de movimientos, etc.

Además, el exceso de medicalización y las prácticas anti-natura, cuando no están justificadas por unas patologías (menos del 10% de los partos) también pasan factura: más dolor y efectos secundarios. Por ejemplo: las contracciones producidas por la oxitocina sintética duelen muchísimo más y son más frecuentes que las naturales.

Y no podemos hablar de parto slow sin demandar que no sea inducido sin necesidad. El bebé nacerá cuando esté maduro, sea la semana 41 o 39, y no cuando al médico o a una madre con exceso de programación les interese. Provocar un parto antes de término casi siempre acaba en el lote de medicalización XL y en cesárea

El nacimiento es un acto sagrado y como tal hay que respetarlo. Los protocolos de parto y la actitud de muchos profesionales ya están cambiando a favor de la fisiología, ahora hace falta que se cumplan y que las mujeres los apoyen.

La actitud infantilizada e ignorante de muchas mujeres que llegan al hospital como quien va a que le extirpen el apéndice, no ayuda nada a la causa de la humanización del parto y por tanto de un mundo mejor. Todos necesitamos información y formación, y eso lo deben hacer fundamentalmente las madres.

Como dice Michel Odent: “No se puede cambiar el mundo sin cambiar la forma de nacer”

Por eso, no pidamos para mamá una hora cortita sino un parto mamífero y slow

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