¡Hoy defenderé a todos los niños del mundo!
¡ Basta con el martirio frente a un plato de espinacas!
¿Por qué la gente sigue creyendo que las espinacas tienen mucho hierro?
Los remedios de la abuela siempre revisten el mismo problema:
o son verdaderos y funcionan o son completamente falsos y parece que funcionan.
He aquí los antecedentes históricos del asunto.
En los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, se detectó en los Estados Unidos un alarmante incremento de anemias ferropénicas entre los niños. Las autoridades encargaron a un presunto experto la búsqueda de un alimento rico en hierro para introducirlo en la dieta infantil.
El comisionado leyó en un texto científico alemán que las espinacas contenían mucho hierro, sin fijarse en que se trataba de una errata de imprenta. Pero el mal ya estaba hecho.
Una gran campaña gubernamental ya se había desatado, y para apoyarla se mandó crear un personaje de ficción: Popeye. Un marino de brazos deformes que nació en 1929 de la pluma de Elzie Crisler Segar.
Pero la triste (para los niños) realidad era que las espinacas sólo contienen 17 miligramos de hierro por cada kilo de verdura.
Las judías cocidas, por citar un ejemplo, llegan a los 76.
Las lentejas y su hierro también son otro mito que aún subsiste gracias a muchas madres.
Lo de “si las quieres las comes y si no las dejas”, es un argumento que se ha demostrado inútil con las madres, inasequibles a las protestas de tantos y tantos niños.
Las lentejas tienen escaso hierro.
Además, contienen fitatos, calcio y fosfatos, que insolubilizan casi todo el hierro, que no se aborbe y se incorpora a las heces.
Si queréis hierro de verdad, tanto hierro que os confundan por la calle con Ironman,
os recomiendo entonces lo siguiente:
- Unos buenos berberechos, que contienen 260 miligramos por cada 100 gramos.
- Los podéis aderezar con pimentón, 236 miligramos por cada 100 gramos.
- Y si lo acompañáis de morcilla (300 miligramos cada 100 gramos), pitaréis al pasar por el control de los aeropuertos.
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